domingo, 11 de abril de 2010

Amarilis

El tiempo ha pasado y vuelves a mi memoria
¿recuerdas?, volteando a la derecha, todos esos moteles.
Entonces éramos nosotros; no tú, no yo.
¿A quién llevas ahora?
¿Quién pega alaridos y triza los espejos?
Hijo de perra, ¿lo haces? Pero allí no, nunca, con nadie vuelvas a la habitación 35.
Que se te muera para siempre, que se te pudra si regresas.
Una vez dije, allí no ¿recuerdas? dije después, donde quieras.
Tú me observabas igual que un entomólogo, eras un médico lascivo examinando una muchacha muerta de amor: no hables, eres una muñeca, un cuerpo sin voluntad, y me tocabas probándome y fui un durazno de esos que se abren con la mano.
Un durazno, dijiste a mis espaldas, a la luz de la tarde, separando con suavidad mis carnes, descubriendo lo que ni yo conozco , mi zona más oscura, la que guarda esa caricia atroz, obscena y tuya que no olvido.
Júralo: no has de volver a esa cama con nadie.
Me has negado tu cuerpo.
Concédeme esto entonces: anda a otro sitio a hacer tus porquerías.
O vuelve a la habitación 35.
El tiempo ha pasado, ya no hay sino recuerdos.
Ahora somos tú y yo, no existe más nosotros.
Uno y uno, dos solos: yo y esa mierda que tú soy y yo añoras, desgraciado.

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